lunes, 27 de abril de 2020

EL RITMO DE ESTOS DIAS.

Estos días he estado viendo La casa de papel con mi mejor cara de "estoy super entretenido" y también he visto cosas que tenía pendiente, o cosas que he descubierto; cosas de distintos tonos, cosas de distintos ritmos. Una de esas cosas es la película sobre un señor que ha estado casi toda su vida haciendo esto:



Subir y bajar esa barrera —hacer esperar a algún rebaño de ovejas— y entre tren y tren, meterse en esa casucha y esperar al próximo tren fumando y bebiendo té. Todo hasta que vienen los señores de traje que vienen siempre y caminan un poco por esa vía —que es la vida del señor— hasta llegar a su encuentro. 




Y como siempre son los señores de traje, con mucha educación pero con mucha prepotencia, le preguntan a nuestro señor cuantos años tiene y cuantos años hace que hace lo que está haciendo. La pregunta huele mal, seguro que muchas cosas pasan por la cabeza de nuestro señor, pero la expresión de tristeza está tan aplastada en su rostro que es difícil que nos demos cuenta de nada, tan solo lo intuimos y a mí me gusta mucho intuir.

Siguiendo la misma vía, a pocos metros, el señor llega a algo que podríamos llamar casa y allí le espera su mujer que teje alfombras para que la pobreza del matrimonio sea un poco menos pobre. El señor no le comenta nada a su mujer de la conversación con los trajeados, vuelvo a intuir que no quiere preocuparla. Cenan en silencio y se acuestan en silencio; parecen personas que no tienen años, tan solo un cúmulo de movimientos continuos e idénticos mediante los cuales sobreviven a cambio de un tedio que ya ni siquiera notan.  


Al día siguiente tienen una inesperada visita. Su hijo que está en el ejército y viene de permiso. El chico ha heredado la tristeza del padre, no hay besos, ni abrazos con la madre, tan solo el sempiterno té como substitutivo a la demostración de sentimientos, aunque sí hay algo tan cálido como descalzarse para estar más cómodo en la que ha sido alguna vez tu casa.


Llegan unos compradores de alfombras. La mujer prepara el té y nuestro señor lo sirve. Como siempre (como en cualquier cultura) antes de hablar de lo que se necesita hablar, se habla de lo único que nos incumbe a todos: el tiempo meteorológico. Los hombres se dirigen siempre al señor (es un país musulmán) y le dicen que el diseño de las alfombras es anticuado y que ya nadie las compra, solo dan por la alfombra 2.200 riales. La tejedora de alfombras dice que ella ha hecho el diseño que ellos le pidieron, pero su pequeña queja se disipa en el aire viciado por el tabaco de ese comedor/ casa. Nuestro señor dice que con eso no cubren ni gastos y sus palabras también se disipan en el mismo aire. Esos señores —que también llevan traje—, contestan que nadie les obliga a vender la alfombra. El señor replica que la mujer trabaja día y noche y que no es un trato justo. Los compradores  pagan el precio que han dicho y se van con la alfombra sin decir adiós: la maldad del mundo no necesita explicaciones. 


El padre le reprocha al hijo que ni siquiera les ha escrito, el hijo insiste que sí, que les envió una carta y el padre dice que nunca llegó; la tensión la corta la madre cuando le pregunta al hijo que cuantos días se quedará. Vuelvo a intuir que nunca se envió esa carta y la madre lo sabe. La presencia del hijo no rompe el silencio de las cena, pero hay un glorioso momento en el que el hijo saca de su pequeña bolsa de viaje tres naranjas, no hay agradecimientos pero un primer plano de las manos de la madre pelando la naranja y una mirada al hijo nos lo dice todo. El hijo duerme en el camastro y los padres en el suelo y, ya con las luces apagadas, se da también un diálogo universal:


Al día siguiente el hijo se marcha. Vuelven a no haber besos ni abrazos, la despedida puede parecer extremadamente fría, pero no, porque es una película — es una manera de contar — que no necesita mostrar esos besos ni abrazos, prefiere que la madre vea a través de la ventana, sin salir al mundo,  al señor y a su hijo como se dirigen hacía la vía, se paran un momento para que el señor le dé el dinero al hijo, mientras de fondo suena el fuerte tic tac de un reloj (que vuelvo a intuir que es símbolo de mil cosas vividas y, sobre todo, no vividas) hasta que el plano cambia y desde ese mundo que los ignora, en el que desaparece el tic tac de un reloj, asistimos a un primer plano glorioso de la madre con su rostro y su mano apoyados en el cristal de la decrepita ventana. Acojonante de verdad, a mí me parece un minuto acojonante, ya os dije que la mayoría de todo esto eran idioteces pero con esto no bromeo, es un minuto mucho más intenso que cualquier minuto de la Casa de Papel.





Nos enteramos que el señor no sabe leer porque le tienen que leer la carta en la que le comunican que a partir del 5 de febrero del 1960 queda jubilado. Nuestro señor no entiende qué significa jubilado y quién le lee la carta da una definición de validez universal: "que usted disfrute de lo que le queda de vida". La mujer se da cuenta que algo no va bien porque su marido, al volver de la vía, no le reclama su té ni se enciende ningún cigarro. La mujer, como siempre frente a su telar, no parece inmutarse demasiado, tan solo acierta a decir: "Ve a reclamar, diles que no tienes dónde vivir", con lo cual también nos enteramos que ni siquiera su hogar es suyo. Al día siguiente en la casucha de guardavías se presenta su substituto y se da un diálogo digno de los Monty Python:

Substituto: Hola
Señor: ¿qué quiere?
Substituto: Me han dicho que viniera a trabajar aquí
Señor: ¿quién?
Substituto: El jefe
Señor: ¿qué jefe?
Substituto: El jefe... ya sabe

El señor sale de su casucha ignorando al substituto, cierra con candado la puerta y comienza a andar por la vía. El substituto, tras unos instantes de titubeos, entiende que lo único que pueden hacer él y su maleta es seguir al señor por la vía, en una imagen en la que lo único que les distingue es esa maleta, parecen el mismo ser, ambos con el mismo destino separados únicamente por unos miles de tés y de cigarros. Incluso el señor mira hacia atrás alguna vez como si quisiera corroborar que todo lo que le está pasando sea real.




Nuestro señor entra en casa y el substituto se queda sentado en la puerta hasta que la hora de la cena hace que sea invitado a entrar. El substituto come con un apetito feroz mientras el señor y su mujer lo observan en silencio; el señor no lo soporta y prefiere irse a la casucha de guardavías. 
Al día siguiente el señor coge el pequeño vagón correo que hace los encargos de la compañía ferroviaria, quiere ir a la ciudad. Al pasar por el paso de nivel ya ve al substituto que ha hecho su trabajo como si fuera exactamente él:




En la ciudad le cuesta encontrar el edificio de la compañía del Ferrocarril. Para cuando lo encuentra ya está cerrado y tiene que volver más tarde. Hace tiempo en una especie de bar casi totalmente vacío como parece estarlo todo en la película. Bebe algo que parece licor intuyo (el té no da valor) y, por fin, lo vemos en las oficinas del Ferrocarril en las que otro señor trajeado insiste en que la carta de jubilación es muy clara y que se vaya. Nuestro señor permanece en el despacho pero es ignorado por los señores trajeados que dialogan animadamente y ríen... y aquí llega un milagro, algo que era lo último que nos planteábamos ver: nuestro señor también ríe; ríe de lo que ríen los señores trajeados que es algo que, por supuesto, no tiene gracia.




Los trajeados lo siguen ignorando. Como siempre irrumpen tazas de té que le traen a los trajeados y que toman de manera muy diferente al señor y su mujer. Se hace inevitable un momento en el que le vuelvan a decir a nuestro héroe (a estas alturas ya es nuestro héroe) que se vaya y él, muy serio les dice que les ha servido durante 30 años y que no tiene dónde ir..., lo cual provoca —al menos— que los trajeados interrumpan su ingesta de té durante breves segundos, que solo son esos breves segundos. El señor marcha y lo siguiente que vemos ya es el final: un carro tirado por un mulo, cargado con los cuatro trastos del matrimonio. La última escena es de nuestro señor  en el comedor / casa vacía, observa que ha quedado un pequeño espejo ajado colgado de la pared, durante segundos observa su rostro como corroborando su desamparo, como si hiciera miles de tés y cigarros que no observara su rostro ni en aquel ni en ningún espejo, hasta que finalmente lo descuelga y decide llevárselo. Es su espejo. 


No era mi intención pero he acabado contado la peli, lo sé, pero no tendría que importar (¿se ha dejado de leer Robinson Crusoe por saber de qué va?), porque apelo a una curiosidad que va más allá de saber de qué van las cosas (creo que las cosas van siempre de lo mismo, sólo varía el ritmo y las maneras). Yo no quería contar la peli, pero he tenido que hacerlo para que me sea más fácil explicar que me ha hecho pensar en el ritmo de estos días: con pequeñas diferencias (sobre todo de poder adquisitivo), el ritmo de estos días es muy similar al ritmo de los días del señor y su mujer, lo que no sabría aclarar es que si cuando digo estos días me refiero a nuestros días anteriores o posteriores al 14 de marzo del 2020, a estos días que nos imponen ahora o a los días que nos imponen siempre, si es que pensamos que son tan diferentes (creo que las cosas van siempre de lo mismo, sólo varía el ritmo y las maneras).

https://www.filmaffinity.com/es/film699002.html.



martes, 7 de abril de 2020

SEDLACEK, HANS HORN y OTTO DIX

Desde hace tiempo vengo intercambiando con alguien tremendo para mí pero separados por una cierta distancia, imágenes de obras de pintores o ilustradores más o menos desconocidos y que vamos descubriendo como ahora se descubre todo, por la Red. No tenemos muchas veces el mismo gusto pero no importa porque nos enviamos imágenes como un saludo, sin esperar necesariamente una respuesta. Hay veces que incluso imagino que una imagen llega en el instante justo para atenuar un momento de tristeza, agobio, bajón existencial, lío hormonal o de neurotransmisores... y así nos intercambiamos con placer mutuo a Franz Sedlacek.




Esta biblioteca que vigila la mirada entre un hombre y un loro amarillo es una maravilla y estaba seguro que a la persona tremenda para mí le encantaría.



Lo poco usual de la escena (no es surrealismo, la escena es extraña pero podría darse) ofrece una invitación para dar una interpretación sobre la misma —aunque no sea necesaria ya que el propio poder, la propia fuerza de la imagen sea suficiente— pero que personas como yo no podemos rechazar porque estamos configurados genéticamente para no conformarnos con la superficie, para no disfrutar las cosas en silencio y tener siempre que decir la nuestra,  o es que acaso ¿el hombre y el loro no se parecen?, ¿son el mismo ser?.




O es que acaso ¿en el libro que está leyendo el hombre existe un personaje que es un loro amarillo?, el hombre no tiene cara de sorpresa, esta vez es un loro amarillo pero puede que haya pasado otras veces con otros personajes o cosas de los libros que lee; si fuera su loro (animales que viven muchos años, seguramente lleva con el señor toda su vida) estaría plenamente acostumbrado a él, ¿por qué esa necesidad de interrumpir la lectura y mirarlo fijamente? ¿Y si el loro amarillo acaba de chillar algo que obliga al hombre a girarse hacia él con mirada de resignación?:

— ¡¡¡Se te acaba el tiempo y no vas a poder leer todos los libros que guardas PLA PLA !!! 

(Segun expertos PLA PLA es la onomatopeya de la voz del loro https://www.youtube.com/watch?v=sIZ_lARqseQ  minuto 01:48, aunque hay diversas teorías).

El caso es que no sé si esa persona tremenda para mí sabe (seguramente sí porque es una excelente investigadora) que Sedlacek fue oficial de la Wehrmacht combatiendo en Stalingrado, Noruega y Polonia dónde desapareció en enero de 1945 y no fue dado por muerto hasta 1972. Ya había participado en la primera guerra mundial y en el 39 fue vuelto a llamar a filas para la Segunda Guerra mundial con 48 años. No he encontrado información en ningún sitio (ni en inglés ni en alemán) si Sedlacek pertenecía al partido nazi o cualquier vinculación con el nacionalsocialismo. Aunque nacido en Alemania (Breslau, actual Polonia), se mudó a Linz en Austria cuando era pequeño y Adolf Hitler nació en una aldea al lado de Linz y era dos años mayor que Sedlacek. La familia de Sedlacek se muda a Viena en 1911, ciudad en la que también pasa su juventud Adolf Hitler, haciendo intentos por convertirse en pintor, de hecho por esa época se mantenía económicamente pintando cuadros de mierda. A pesar de estas coincidencias que solo son fechas sacadas de internet y que nos hacen parecer investigadores serios, repito, no hay ninguna vinculación de Sedlacek con el nazismo: ninguno de sus colegas artistas adscritos al movimiento de la Wiener Secession (una especie de Modernismo austriaco) tampoco parecen tener vinculación. Hay que decir también que Sedlacek no aparece en ninguna lista de artistas que los nazis consideraban como pertenecientes al "arte degenerado", término acuñado por el nacionalsocialismo en 1937 para tildar a toda forma de arte moderno que no ensalzara la heroicidad, la sangre y la tierra aria.

Sabemos (sé) que ser soldado del ejército alemán en 1939 no te convertía en nazi (unos treinta mil soldados de la Wehrmacht fueron sentenciados a muerte, la mayoría por deserción) pero, si Sedlacek hubiera sido un nazi reconocido ¿me hubieran dejado de gustar sus cuadros?, quizás, quiero pensar, que una persona que pinta esos cuadros no hubiera podido nunca ser un nazi, solo un superviviente. 

La cuestión es que de inicio yo no quería escribir todo esto, solo quería intercambiar con esa persona tremenda para mí esto:



Es una acuarela del soldado de la Wehrmacht Hans Horn que escribió más de cinco mil folios de las atrocidades vividas en primera línea del frente y además también realizó cientos de dibujos para resaltar lo tremendo del texto.


Un hijo de Hans Horn entrega los diarios a un periodista danés y este los ordena en forma de libro  Horn habla:

"Expresar descontento o demostrar que estaban contra Hitler hubiera sido un auténtico suicidio. En todas partes, los nazis tenían delatores y esos nos asustaban a todos. Y en su grupo sabían muy bien, añade, quién era nazi y quién no y quién era un delator.    


Me pareció algo tremendamente compartible con la persona tremenda para mí, pero al querer hacerlo por ese sistema de mensajería instantánea tan conocido ví que ella me había enviado otro Sedlacek que me hizo investigar su figura un poco más y que ha provocado todo esto que no sé cómo llamarlo. 

Toda la obra de Sedlacek parece datada  antes de su participación en la segunda guerra mundial (el cuadro de la biblioteca parece datado en 1939, aunque hay algunas fuentes que lo sitúan en 1926), sin embargo encuentro en una web de compra y venta de obra gráfica un dibujo: "Bosque fantasmagórico" datado en  claramente en 1942, o sea, hecho en el frente o aprovechando algún permiso.


Teniendo en cuenta lo poderoso e inquietante de la pintura del Sedlacek, la pregunta final es ¿por qué en su obra no parece haber ningún tipo de representación de la guerra?  (y él había participado en dos guerras), a no ser que podamos buscar connotaciones bélicas en ese bosque fantasmagórico o en estos fantasmas sobre un árbol que pintó en 1933 (mismo año de la llegada nazi al poder):




El mismo Otto Dix, nacido el mismo año que Sedlacek y también soldado "por obligación" en las dos guerras mundiales, perteneciente al grupo de los considerados por los nazis como artistas degenerados (confiscaron su obra), pintó cuadros brutales sobre la guerra como "soldado moribundo" en 1915:



O "Flandes" en 1936:



¿Cómo no aprovechó Sedlacek todo el potencial temático de la guerra y más teniendo en cuenta que fue todo un protagonista?, o, ¿quizás sí lo aprovechó y es de lleno el propio misterio de su obra?, ¿quizás fue un soldado en retaguardia siempre y vio poca sangre?, ¿es el loro amarillo de la biblioteca una representación del mismísimo Adolf Hitler con el que igual se cruzó en Viena de jovenzuelo? 

Fantaseo con que Sedlacek no permitió que la experiencia de la guerra manchase su arte o le dictara, casi por obligación, un camino a su pintura o a sus dibujos y optó o por el silencio o por el camuflaje extremo. Hay que ser supervaliente para eso en cualquier arte. 




viernes, 3 de abril de 2020

MIS AHORA ME GUSTARÍA ESTAR EN...

¿No os pasa tener momentos de "ahora me gustaría estar en..."? Claro que os pasa, le tiene que pasar a todo el mundo, incluso a votantes de Vox seguramente que les pase. No hablo de pensar: ahora me gustaría estar en una playa del Caribe con una mulata/o (rubia/o, morenaza/o, barbudo/a...) de cuerpo escultural, con un mojito (mierda de bebida), en una preciosa puesta de sol con música de Café del Mar de fondo... es lícito, pero no es el "ahora me gustaría estar en..." que utilizo yo. Mis "ahora me gustaría estar en..." vienen determinados por:
  • Cualquier momento es bueno para un "ahora me gustaría estar en...", no hace falta que sea un momento de agobio, estrés, pelea con interlocutor o consigo mismo, metafísica existencial, ojeada de la cuenta bancaria a finales de mes, restreñimiento, halitosis, hipocondría, dudas amorosas, bombardeo mental sobre futuro... NO HACE FALTA, si progresamos en el arte de los "ahora me gustaría estar en..." nos daremos cuenta que los más efectivos, los que más disfrutamos, son los que buscamos precisamente cuando no PASA NADA. Si, por ejemplo, en nuestro trabajo, el propio trabajo o alguien nos hace sentir cada vez más mierda seca de perro esperando que nos recoja del suelo Divine , no funciona, ni si quiera por un instante, un momento como los de mis "ahora me gustaría estar en...", de hecho no funciona NADA, quizás solo el habitual insulto "de pensamiento" (recordad alquileres, hipotecas, pollos a l'asts los domingos....). 
  • Mis momentos "ahora me gustaría estar en..." no tienen nada que ver con el dinero, o sea, si progresamos en el arte de los "ahora me gustaría estar en..." nos daremos cuenta que imaginarnos en algún sitio exótico con pasta es superfácil, pero cómo es tan poco probable la imagen no perdura en nuestra mente, lo que se está imaginando es una muestra más del poder del dinero, no tiene nada que ver con los momentos de los que estamos hablando (Bullshit) 
  • Muy importante, se trata de buscar "ahoras me gustaría estar en..." sin pasarnos ni por un instante por la cabeza que en el futuro podamos estar realmente en ese sitio. Se puede dar que podamos estar, no digo que no, pero no es condición esencial; en este sentido mis "ahora me gustaría estar en..." nunca son una imagen creada del tipo: "mi sueño es ir al Taj Mahal, o a la muralla china, o al Hotel Magic Cristal Park de Benidorm...", hay un componente geográfico pero no se trata de soñar con un viaje (Bullshit).
  • Mis "ahora me gustaría estar en..." no sirven para evadirnos, es tan solo un ejercicio mental (como hacer un sudoku). Si me decís que el solo hecho de decir ejercicio mental ya significa un poco una evasión... pues vale... decirlo, igual sí. 
  • Intentad imaginaos a vosotros mismo en esos sitios tal como sois ahora y solos (si necesitáis interactuar con cualquier persona inventar un rostro, no podemos estar con nadie conocido, mis "ahora me gustaría estar en..."son una opción de soledad): no se trata de pensar que estaré en ese sitio pasándolo de puta madre con nuestra amada/o... o con quién sea que nos sea más próximo, se trata tan solo de estar por un momento fuera de dónde estemos y haciendo cosas tan normales como sólo mirar lo que nos rodea. Esto último si somos  incapaces de hacerlo en nuestra vida diaria quizás también nos incapacita para estos concretos momentos "ahora me gustaría estar en..." que estoy intentando explicar. 
  • En mis "ahora me gustaría estar en..." no hay un tiempo máximo ni mínimo. Puede ser una imagen de minutos o incluso un flash de segundos. Puedes cerrar los ojos y si te acabas quedando dormido no pasa nada (mis "ahora me gustaría estar en..." son muy recurrentes, por ejemplo, en los inicios de una siesta).  
  • SUPERIMPORTANTE, se puede pensar en sitios que hayamos estado, sitios que echemos de menos, pero hay un verdadero nivel superior de los "ahora me gustaría estar en..." es pensar en sitios que no hayamos estado nunca, incluso ni siquiera hayamos pensado en ellos: un atlas complementado por las imágenes de google maps puede ser una excelente ayuda; o aprovechar lo casual (casi siempre desperdiciamos lo casual),  pondré un ejemplo: hoy ordenaba, con el portátil en el regazo y sentado en el sofá después de un potaje de garbanzos, un archivo de fotos y me he encontrado con una foto que hice a una tarjeta de visita que me encontré en el metro hará, más o menos, un año.



Hacía años que no veía una tarjeta de visita de un particular (antes todo el mundo se las hacía), me hizo gracia así que hice una foto y la olvidé en esa carpeta que hoy procuraba ordenar. 
Calahorra del Boedo, provincia de Palencia. Abro Google e investigo, muy normal todo, pueblito de 90 habitantes, no parece el pueblo más bonito del mundo pero tampoco se trata de imaginar cosas bonitas. No puedo evitar consultar por redes sociales el nombre de las personas en la tarjeta (morbo estúpido), pero ni rastro (mucho mejor). 

En cuanto veo una oportunidad, cierro los ojos (es opcional pero yo en la vida soy mucho de cerrar los ojos) y me imagino sentado en ese banco que se ve al fondo:





Escucho los aplausos de las 8 pero yo sigo en ese banco, con esa luz y la tarjeta en la mano y pasa gente que no conozco...y estoy pensando parar a alguien y preguntar por los nombres que aparecen en la tarjeta, pero no lo hago, me quedo en el banco al que ya sé que podré volver cuando me dé la gana. 
  • No buscad ninguna utilidad práctica a los momentos "ahora me gustaría estar en...", solo pasad un momento diferente y gratis que habrá provocado únicamente vuestra cabecita solita, sin nada de ayuda externa de esa que tenemos tan a mano siempre. 
  • No ir explicando por ahí de buenas a primeras al primero/a que se nos cruce en nuestro camino que practicáis el "ahora me gustaría estar en..." dejarlo para más adelante, quizás para el día en el que valoréis si merece la pena continuar hacia lo que sea con él / ella; podéis soltarle lo de vuestros "ahora me gustaría estar en..." hablándoles de vuestras mañanas deambulando por el parque Amir Temur en Samarkanda, de vuestras tardes sentados a las orillas del Sil en un punto muy concreto entre Quiroga y San Clodio, del caer la noche por las callejuelas de Piódão...observar su cara, estar muy atentos a lo que os diga y acabar decidiendo.