sábado, 4 de junio de 2022

HACIA EL PÁLIDO, SILENCIOSO FRENESÍ DE LA GUSANERÍA.

 Todo lo que voy a escribir ahora es por «La vida breve» de Juan Carlos Onetti, recién releído. Estrujada, inabarcable y agotadora novela que, no voy a engañar, me ha supuesto tal esfuerzo releer que me he ganado a pulso utilizar los múltiples subrayados que he hecho en el libro para algo que no tengo claro, antes de empezar a escribir, qué será, pero sí tengo claro que estará alejado de cualquier intento de crítica literaria o explicación de trama.


En mi vida estoy seguro que muchas veces no consigo explicarme bien: «es que estoy seguro de no habértelo explicado bien, impedido por el vértigo de la vida moderna» y es que los días pasan y «cualquier cosa repentina y simple iba a suceder y yo podría salvarme escribiendo» a pesar que tengo cada vez más claro que «la vida está hecha, desde muchos años atrás, de malentendidos» en un momento en el que «estamos a un paso de aceptar que, en definitiva, sólo uno mismo es importante, porque es lo único que nos ha sido indiscutiblemente confiado». Esto último es lo que Onetti mismo parece decirnos en esta foto en la que nos señala amenazante para que no dudemos como siempre. 


—¿Qué es la vida breve Onetti?.

— «una vida breve en la que el tiempo no podía bastar para comprometerme, arrepentirme o envejecer»


Hace ya meses que fui despedido de un trabajo de más de diez años y aún hoy, no puedo evitar arrastrar alguna consecuencia «y desde entonces yo había estado fluctuando entre un miedo abyecto y la idea de tres o cuatro meses de libertad relativa; había deseado y temido el cheque que acompañaría el despido, los ciento veinte días de inconsciencia, de estar conmigo mismo y a solas en las calles donde se movía el viento de primavera, detenerme, por fin, a pensar en mí como en un amigo al que no se ha prestado nunca la debida atención y al que, tal vez, sea posible ayudar», pero, sobre todo: «sospeché que eras tan idiota como para preocuparte de tu empleo».

Me gustaría utilizar la literatura como escapismo pero no siempre permite escapar: «lo malo no está en que la vida promete cosas que nunca nos dará; lo malo es que siempre las da y deja de darlas» con lo cual paso durante algún tiempo a la literatura de entretenimiento y a la literatura intermedia y ando mucho, pero también paso mucho tiempo tumbado «invoco la paz y la alegría de estar casi vivo que habían descendido siempre hacia mí desde el techo de la habitación» porque pienso que «basta ser despiadadamente leal con uno mismo para que la vida vaya encajando, en momento oportuno, los hechos oportunos»

Muchas veces encuentro ayuda en mi vida cotidiana que últimamente anda descontrolada y ese puro descontrol creo que es la ayuda a que no sea tan abrumadoramente cotidiana. Y compro el pan cada día, un pan que no es para mí, es de encargo, y me ha pasado que al ir a comprar la barra diaria, en la puerta de la panadería, me ha parado alguien trajeado y me ha dicho que por comprar pan en esa panadería, por cortesía de TECNOCASA me regalaban otra barra, y, como odio las agencias inmobiliarias y estoy últimamente a la que salta le he dicho que ni sediento en un desierto y me encontrara un stand de TECNOCASA con limonada aceptaría la limonada (lo cual es, evidentemente, una exageración, me bebería dos vaso seguidos) y le he dicho al tipo trajeado que se buscara otro trabajo y  todo se lo he dicho sin mirarle a los ojos sino que he estado mirando todo el rato su corbata verde, el color corporativo de TECNOCASA y he recordado un sombrero de Onetti: «porque así como el traje recto y flojo es el uniforme de todas las inminentes madres del mundo, el pequeño sombrero sin adorno, ceñido como un casco, proclama la resolución de la pureza, el desprecio por las posibilidades sensuales de la vida, su adhesión al deber y a la soberbia estupidez».

Y como tengo tiempo y es casi verano me acuerdo de otros veranos: «Descendí por Corrientes paso a paso, alternando la fatiga de las manos que sostenían la valija, encontrándolo todo bueno, apropiado todo a los méritos, las necesidades, lo que eran capaces de soñar las gentes. Crucé el círculo del Obelisco con al decisión de reconstruir una noche de mi adolescencia en la que habría afirmado, en soledad o ante sordos, que el período de la vida perfecta, los rápidos años en que la felicidad crece en uno y desborda (en que la sorprendemos como a una hierba incontenible naciendo en todos los rincones de la casa, en cada pared de las calles, debajo del vaso que alzamos, en el pañuelo que abrimos, en las páginas de los libros, en los zapatos que embocamos por las mañanas, en los ojos anónimos que nos miran un intante), los días hechos a la medida de nuestro ser esencial, pueden ser logrados ーy es imposible que suceda de otra maneraー si sabemos abandonarnos, interpretar y obedecer las indicaciones del destino; si sabemos despreciar lo que debe ser alcanzado con esfuerzo, lo que no nos cae por milagro entre las manos»

Y acabo ya todo esto, escrito de manera muy apresurada como compensación al esfuerzo de releer: «La vida breve»; me he tomado todas las licencias que me ha dado la gana para hacer mías todas sus frases, Onetti, con su no importismo total que conseguía hacer dulces las amarguras de la vida, creo que no lo vería mal. 


«Consiguió un taxi en la esquina y vi el último adiós de su mano, lo vi alejarse, en el comienzo de la noche, hacia el mundo poético, músical y plástico del mañana, hacia nuestro común destino de más automóviles, más dentífricos, más laxantes, más toallitas, más heladeras, más relojes, más radios; hacia el pálido, silencioso frenesí de la gusanería»




2 comentarios:

  1. Bueno, realmente está muy ajustado a la memoria de Onetti. Me ha gustado. Cuando disponga de más tiempo, o simplemente de tiempo, iré leyendo alguno más de tus textos. Saludos. Franzl.

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