domingo, 17 de agosto de 2025

MIENTRAS ESCRIBÍA NO SABÍA QUE MATÉ A UN HOMBRE II O AGITAR EL CUBÍCULO DE LAS SENSACIONES.

 (LA FRASE DEL TÍTULO ESTÁ TOMADA DE LA NOVELA 8.38 DE LUIS RODRÍGUEZ)

Segundas partes nunca fueron buenas≫ dice la sabiduría popular, aunque siempre he pensado que la sabiduría popular es popular pero no infalible a la manera, por ejemplo, de una solución evacuante, así que aquí tenemos esta segunda parte, pergeñada no por el éxito de la primera parte, sino por la necesidad de deshacerse de una vez de todo el material que voy recopilando y darle un mínimo sentido a toda mi preocupación ーque se va de fiesta con la obsesión de estos meses, en definitiva, que mis ≪análisis≫ en esta segunda parte igual no son tan buenos como en la primera, pero posiblemente sean ciertos como comenta algún que otro compañero de redes sociales: 



No se perdona ni una a los pobres escritores, sobre todo a poetas que combinan poesía con un excelente físico corroborable en variadas fotos combinadas con sus poesías:

Mezclar ambas formas de expresión (fotografía y poesía) provoca que, en los elaborados comentarios que se generan, no se sepa muy bien a qué aluden: si a la poesía o a la fotografía.


 









Aunque lo verdaderamente importante es que algo, lo que sea, fotografía o poesía (o ambas, a la vez) agiten el cubículo de las sensaciones (por leer expresiones como esa creo que no me doy de baja de una puta vez de ninguna red social, me parto de risa, lo siento):




No sé si el cubículo de las sensaciones≫ tendrá algo que ver con una de las fotos a las que aludía anteriormente:






Una persona a quién respeto mucho en redes sociales dijo hace poco que había hecho una limpieza entre sus contactos y que se había desecho de ≪un par de cínicos que se ríen de los empeños ajenos y nunca construyen nada≫; no vi que se deshiciera de mí, lo cual me tranquiliza porque me hubiese jodido, pero no puedo evitar sentirme como un cínico que se ríe de los empeños ajenos, y tampoco quiero porque es un papel chungo para una persona chunga que no creo ser, por eso en esta segunda parte sigo planteándome qué necesidad tengo yo de escribir todo esto: ¿puede haber algo más enfermizo que escribir sobre lo enfermizo de quién escribe sin reparos, sin respeto, sin vergüenza, sin freno, sintiéndose orgulloso la mayoría de las veces?

Si le damos la vuelta a la tortilla, es posible que lo que esté haciendo sea construir algo (puede que innecesario, lo reconozco) a partir de unas construcciones de otros que olvidan la regla básica de la vida (y que en las redes sociales se magnifica): hay que ser consecuente con lo que hacemos o decimos y apechugar con las posibles consecuencias de encontrarse con un idiota como yo que no soporta ver a gente escribir como forma de payaseo, como forma de fingimiento, como forma de creación de un artificial personaje de persona ≪interesante, como forma de pura  mediocridad glorificada, como forma, no ya de escribir mal, sino de escribir solo para el criterio de un  público fiel que con lo que realmente disfruta no es con la lectura sino con la persona/personaje. 

Y, finalmente, que me digan eso tan manido de VIVE Y DEJA VIVIR, ¡Pues no!, no me da la puta gana, es ingrato pero necesario: soy vuestro mamporrero. 

En todo caso, fijaos que, la mayoría de las veces, me limito a constatar lo que veo sin más, las conclusiones son vuestras. 




Siempre nos quedaran las tertulias literarias:





Qué pura gloria ante tanto jolgorio encontrarte ciertas dosis de mala leche como esto de Fabio Morabito:


NADIE LEE NADA


   Un amigo mío me habla pestes de un escritor reco­nocido. Me dice que le parece tan malo, que no ha leído una sola línea suya. Le pregunto cómo puede sustentar su juicio si no lo ha leído, y me contesta: «Por puro olfato». Le digo que a mí me parece un escritor pasable. Lo digo por puro olfato, porque tampoco lo he leído. Seguimos discutiendo, él es­grimiendo sus razones olfativas y yo las mías. No es difícil imaginar a un escritor cuyos libros nadie ha leído y sobre el cual todos opinan por olfato. Su primer libro, por ejemplo, se publica gracias a su amistad con el editor, el cual, bien sea por olfato o por falta de tiempo, sólo hojea el manuscrito y lue­go lo entrega al corrector de estilo de la editorial, que no lo lee, sino que lo corrige, que es distinto. El libro, una vez publicado, da lugar a entrevistas hechas por periodistas que han leído sólo la con­traportada, cosa bastante común, y es reseñado bre­vemente por reseñistas que también sólo han leído la contraportada. Se vende poco, pero no menos que otros. Los pocos compradores leen la contraportada y luego olvidan el libro en una repisa del librero, co­mo ocurre a menudo. El autor publica un segundo, tercer y cuarto libro, que suscitan entrevistas, re­señas, ventas bajas y cero lectores. Al cabo de una década tiene una trayectoria sólida, pero nadie lo ha leído. Es más, ni él mismo se ha leído, porque, como suele referir en las entrevistas, escribe en es­tado de trance, de modo que apenas revisa lo que escribe. En resumen, el único que ha pasado reseña concienzuda a sus líneas es el corrector de estilo de la editorial, que no lo ha leído propiamente sino corregido, por lo cual no representa una fuente con­fiable para saber de qué tratan los libros de nuestro autor. Entre más libros suyos se publican más difí­cil se vuelve que alguien lo lea, porque ha alcanzado esa modesta notoriedad que en lugar de azuzar la cu­riosidad del público, la mata de raíz. En suma, es un autor, de tan invisible, perfecto. Un clásico. Ya su muerte sus libros acaban en las escuelas, donde, como es sabido, nadie lee nada.

Hay un escritor con obra de edición tradicional y autoeditada (nada que decir a los autoeditados, en ese jardín no me voy a meter porque nunca se sabe: no quiero decir que me molaría vivir siempre en Vallecas y luego comprarme un chalet, pero es evidente que si hay morralla en las editoriales convencionales imaginar en las que cobran por publicar) que decidió convocar un premio literario de ciencia ficción que lleva su nombre y del que es uno de los miembros del Jurado. El premio ya va por la segunda edición, ha recibido 200 manuscritos y el ganador, aparte de la cuantía monetaria del premio, ve publicada su obra. Cuando lo descubrí flipé mucho, pero realmente no quiero, en este caso, tirar ni siquiera de sarcasmo porque el tipo me cae bien (no como otros) y sobre todo porque tiene una relación super entrañable con otro escritor autoeditado que también utiliza las redes sociales; se intercambian comentarios sobre los que decir cualquier cosa ya sería de tremendo hijo de puta. El otro escritor autoeditado escribe relatos en su muro de Facebook; relatos que, a veces, hacen que el escritor se queje del poco éxito (≪me gustan≫) que tienen sus cosas:



El escritor con nombre de premio literario no hay ni un cuento al que no ponga un ≪me gusta≫. Yo mismo, enternecido por tanto tesón, he puesto algún que otro ≪me gusta≫ y como también me daba cierta pena ーalgo cabrona su disgusto con Facebook le intenté comentar:






Pues no, no se lo tomó mal y a partir de ahí incluso me ha puesto algún ≪me gusta≫ a cosas mías. Me alegra ver que, con el paso del tiempo, se toma las cosas de otra manera.





Y el fracaso, el fracaso siempre acechando:



Igual todo esto se trata de una cuestión de envidia dicen los ganadores:


Gente como nosotros vivimos siempre bajo la amenaza de que los libros se tambaleen y se acaben desplomando encima nuestro; nos aplasten; no nos enseñen una puta mierda o nos despachurren con su enormidad:



Hay tanta preocupación que ya existe un merchandising lector:


Hay muchísima lucidez también 
(a estos sí los voy a nombrar) que consigue algunos días que olvide a los otros.

Carlos G. De Marcos:

Pablo Gonz:

Hay también un tipo de lucidez, o más bien la llamaría una ≪lucidez alucinógena≫ que crea perfiles falsos para... bueno...sacar vosotros las conclusiones:








 




Y lo cierto es que seguramente sea verdad que, como me han dicho, es un gran tipo, no se mete con nadie. Educado y amable. Siempre tiene una palabra bonita. Todo esto es innecesariopero tendría que contar con la posibilidad que, haciendo estas cosas, se arriesga a toparse con otro enfermo como él, pero de distinta enfermedad (la mía espero que no sea crónica). 



Hay algunos a los que les gusta avisar:



Soy un auténtico fanático coleccionista de las fotos con mensajitos tipo Mr. Wonderful relacionados con el mundo (o su mundo) de la lectura:





Tengo cientos, no sabría decir cuál es mi preferido. Es una competición feroz. Quizás mi preferido es este porque, en una metáfora genial, eso de sumergirte en el libro les ha salido un poco BESO NEGRO:



Hay también ingenio del bueno. El escritor Juan Pardo Vidal cogió un texto de Vargas Llosa, hizo cuatro retoques, lo puso en negativo y le salió esto:


"Yo no voy a ser un escritor. Yo no voy a ser un columnista, no voy a ser un profesor de universidad. Aunque tenga que dedicar mi tiempo, para ganarme la vida, a trabajar con delincuentes y menores con una mala mano de cartas para la vida . Lo repito, no voy a ser un escritor. Y qué querría decir en mi vida "ser un escritor". Querría decir lo siguiente: que yo no voy a ponerme el despertador para contar algo que no sé si quiero contaros, aunque sepa cómo hacerlo. Dedicar lo mejor de mi tiempo y lo mejor de mi energía a que me aplaudáis, a emocionaros, negativo. Prefiero buscar trabajos alimenticios que sustituyan, que no estorben, que no perturben esa dedicación fundamental a lo que es mi vocación, vivir con L. Si eso significa que voy a subsistir con una vida rutinaria, pues que signifique eso. Pero yo sé que voy a ser infinitamente más "feliz" en la vida si renuncio por razones prácticas a la literatura."


Hay que ser ambicioso:




Capítulo aparte, en el que tampoco me voy a meter,  serían los recomendadores de libros (prefiero esa manera de llamarlos). Los hay de mucha solvencia, y los hay que son TEMU o ALIEXPRESS. Hay una web (con sus redes sociales) que semanalmente recomienda NOVELAS LITERARIAS:



Y creo que ya está bien para esta segunda parte. En la tercera hablaré de libros que hablan sobre el escribir y la lectura y FIN, nunca más en mi puta vida volveré a meterme en estos temas porque, como ya he dicho, son temas muy delicados; son temas complicados (el derecho de Israel a defenderse es un poco como el derecho de esta gente a hacer lo que vengo diciendo por aquí que hacen); no soy filólogo; no sé nada de literatura comparada y, sobre todo, me gusta caer bien. 

Disculpas a los ofendidos, pero ー otra vez lo digo, que ≪apechugen≫, en el fondo disfruto con ellos, pero agotan; me han creado una dependencia emocional de la que estoy saliendo poco a poco y sin química. 


















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